Con la esperanza —nacida del verso—, colándose en el espacio extendido entre los sueños y mis alas.
Con el dolor latente del cuerpo doblegándome las voluntades y tiñendo de agotamiento mis plegarias.
Con el suspiro de un nombre —resurgido en mis labios— haciendo el amor al viento, con ansia.
Con el corazón blanco, que no deja de querer nunca, atravesado por una derrota amarga.
Pero aun con todo el peso de dolores, desencantos y añoranzas, la vida, susurrando, me dice: «Sonríe, ellas florecieron hoy. No han cesado de bailar las horas, esperando alegres tu retorno a casa.